9- Me gustaría hablarles sobre Solenoide, de el escritor Rumano Mircea Cartarescu. Uno de mis libros favoritos de los últimos años.
Solenoide, es un libro imprescindible, inabarcable, y maravilloso. Aunque lo quisiera contar, no voy a lograr hacerlo bien, porque es un libro que se necesita vivir. Y esa imposibilidad de transmitir todo lo que sentí a leerlo, es parte de su belleza. Porque también es triste, hermoso y horrible. Tiene elementos de muchas épocas, es clásico en el sentido de que te exige, lanza preguntas, y las deja en el aire, cristalizadas. Y más importante, se aleja de toda alegría artificial, te muestra una tristeza sin maquillajes, real, que describe la tragedia que es este mundo, la tragedia de vivir en este lugar, sin posibilidad de escapar.
Es moderno, porque borronea las líneas que separan a la realidad de la ficción. No solo te mete en mundos de locura, sino que incluso, te hace dudar de tu propia locura. Esa locura latente en cada quien. Seguramente, la primera persona que leyó La metamorfosis, tenía la boca igual de abierta que yo, mientras leía esta maravilla.
Es la creencia de que nuestra percepción es limitada lo que hace a Cartarescu hablar de señales, esas señales que nos marcan el camino, y que están en los libros, en los sueños, en las historias, y en nuestra vida.
Para él la realidad no es solo lo que percibimos desde los sentidos, sino todo lo que imaginamos, soñamos, lo que sucede en nuestra mente. Y exactamente dónde está el límite entre una y otra es algo con lo que juega todo el tiempo. Su historia empieza a temblar, el mundo tiembla entero, y el final es espectacular y luminoso. “Solenoide te hace preguntarte, ¿Es esto lo único que hay?¿No hay manera de escapar esta trampa? ¿Es este mundo trágico lo único que tenemos?
“He cogido piojos otra vez. Ni siquiera me sorprende, ya no me asusta, ya no siento asco. Solo me pica. Liendres tengo todo el tiempo, caen de mi cabeza cada vez que me peino en el baño: huevitos de color nacarado que brillan oscuros en la porcelana del lavabo. Algunas se quedan prendidas entre las púas del peine y las limpio con un cepillo de dientes viejo, el del mango enmohecido. Soy profesor en una escuela de las afueras, así que es imposible no coger piojos. La mitad de los niños tienen piojos. Se los encuentran al comienzo del curso, en la consulta del médico, cuando la enfermera les examina el cabello con los movimientos expertos de los chimpancés; solo que ella no tritura con los dientes la corteza de quitina de los insectos capturados. Recomienda a los padres, en cambio, una solución blancuzca-lechosa que despide un olor químico, la misma que utilizamos los profesores. Toda la escuela acaba oliendo, al cabo de unos días, a solución antipiojos.”
(cuando leí Solenoide, estaba de vacaciones, y no podía hacer otra cosa que leer. Las conversaciones que tenía me disparaban momentos de la historia, o me saltaban imágenes, y tampoco podía hablar sobre otra cosa. Es una experiencia. En la última FIL de Guadalajara, Cartarescu leyó un discurso que escribió cuando le dieron el premio Formentor, sobre la escritura, lloré como una magdalena de la emoción, fue hermoso!)
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Cartarescu me recuerda de los mejores poemas de Pushkin, Byron, y Novalis. No sabia quien era, hasta que un dia una amiga, que era de Moldova, me dio un libro de sus poemas en ingles. Era claro que el escribia en la traducion de los romanticos. Solamente tengo dos de sus libros de poesia, en ingles. Cuando vi tu blog me dio mucho gusto.
Miguel